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Ciudad de México, Mexico

sábado, 21 de mayo de 2011

Jimmy Olsen en Ruta 61

El repiqueteo insistente del teléfono despierta a James B. Olsen, famoso y atildado reportero del Daily Planet.

Jimmy está escondido en la Ciudad de México, junto con Sally Selwin (pocos saben del paradero de ambos).

El teléfono suena, demandante (...y negro como la pez, diría Fiodor M. Blacksmith). Es un Western Electric 500 de 1951, de esos que antaño usaban las damas para romper la crisma del maleante que se atreviera a abrazarlas sin su consentimiento.

¿Quién, a esa hora de la madrugada, tiene necesidad de llamarlo? Jimmy piensa en los chicos del Daily Planet y en sus amigos de la WGBS TV News; toma la bocina y articula un saludo ronco y quejumbroso, al tiempo que lee las manecillas de su reloj de ultra-señales. Pero una voz profunda, cavernosa, lo arranca de la somnolencia. Piensa en lo peor...

-Te espero el viernes 27 de mayo, en la noche, a las ocho en punto, en Ruta 61.

-¿Lex...? ¿Lex Luthor? ¿Eres tú?

La voz (un eco nocturno que hiela la sangre) suelta su risa tenebrosa, la risa de los infiernos.

-Porque si eres tú, puedes estar seguro de una cosa: tus fechorías tendrán castigo. Sólo tengo que llamar a...

-No soy el que piensas, gusano inmundo. Tus miedos son de caricatura. Yo soy tan real como la ciudad en la que ahora duermes.

-¿Entonces...?

-Soy Legbá, soy Alágbawana. Tengo las llaves de todos los caminos, soy el punto intermedio entre tú y la desgracia, entre tú y la felicidad.

Las hermosas piernas de Sally, dormida aún, se descubren al levantarse su camisón. Pero Jimmy ha quedado ciego, concentrado en escuchar la misteriosa invitación de Legbá.

-¿Qué quieres?

-Que el viernes próximo, en la noche, a las ocho en punto, tomes la Ruta 61 y llegues al número 281 de Avenida Baja California.

-¿El Eje 3?

-Sí, entre Culiacán y Nuevo León, a dos cuadras del Metro Chilpancingo.

-¿Por qué, para qué? ¿Qué antros de esta ciudad recorres?

-Hace muchos años no quisiste hacerme caso y perdiste la oportunidad de vivir en carne propia mi encuentro con Robert Johnson. Tú hubieras podido fotografiarlo y demostrar la verdad de una leyenda.

-Repíteme la dirección. Esta vez quiero conocerte.

-Toma nota, gusano inmundo: Avenida Baja California 281, casi esquina con Nuevo León. Es la casa de un amigo íntimo, Eddy Mountain. Se cumplen siete años de haber entregado esa casa a Eddy. Fue mi regalo a cambio de... 

-¿Cómo reconoceré tu presencia?

-Si escuchas el sonido de Las Señoritas de Aviñón, sabrás que me encuentro ahí. Puedo ser un mesero o una mesera, puedo ser una de las Señoritas o el mismo Dave Herrero, músico de Chicago invitado a festejar el séptimo cumpleaños de Ruta 61; puedo ser, incluso, Eddy Mountain, misterioso pero alegre dueño del lugar.

Silencio.

Jimmy cuelga y su mirada descubre el cuerpo de Sally. Ella despierta a medias y toma una de las manos de su reciente amor para colocarla en su vientre angelical. Con lentitud, arrastra la mano de Jimmy hacia el rincón de sus deseos; pero Jimmy la interrumpe, se levanta y comienza a vestirse:

-No tardo, Sally. Bajo a Sanborns a comprar rollos de película para la cámara. Mientras, llama al Daily Planet y explícales por qué no regresaremos esta semana: el viernes conoceremos al Diablo. No se te ocurra llamar al rancho de tu padre.

Sally vuelve al mar de sus sueños. Es la canícula, y  Sally descansa del sol abrasivo en una casa abandonada de Luvina. Los comejenes entran y rebotan contra la lámpara de petróleo.


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